La luna de abril era de cristal viejo, y las estrellas
nuevas reían en su dulzura antigua. Los ríos de plata y las dunas jóvenes se
cortejaban, mientras esperaban lentamente la llegada del día.
Las horas de cristal lento se deslizaban por los bordes de
las dunas, hasta sumergirse en los ríos. En el fondo quieto, silencioso y
oscuro, esperaban agazapadas. La noche creaba su propio ambiente, a espaldas de
la realidad, que llegaría cuando la tierra terminase un nuevo giro sobre su
eje.
La tierra sabía de las dunas, de los ríos, de las
estrellas. Sabía del sol y del día.
La tierra se mecía en
su lento viaje alrededor del sol. Para ella, el viaje tenía su encanto. Un
viaje en medio del frío, del silencio, pero sabiéndose acompañada por otras
tierras, otras galaxias, otras constelaciones, otras estrellas. La tierra, esa
noche, estaba sola, pero se sabía acompañada.
Buena narrativa Luz, y muy cuidado.
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ResponderEliminarNo me había dado cuenta del comentario, soy un desastre. Gracias por visitarme.
EliminarY con lo que la hacemos sufrir, necesita hoy más que muñeca sentirse acompañada :-)
ResponderEliminarBesos
El planeta es nuestra casa, pero parece que no nos gusta.Somos una especie rara.
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