domingo, 29 de noviembre de 2015

Cantimploras rojas


Esta idea surgió del blog de Gabriella Literaria en el que proponía que le contásemos la música que solemos escuchar al escibir, y que, junto a ella, le enviásemos un texto manuscrito, Así lo hice, pero a la vez, me apetecía grabar este texto que es el que me vino a la cabeza para una canción de mis doce años, y ésta es la historia. Ahora falta una fotografía.




A continuación tenéis el enlace a un audio con mi voz en la que leo el texto con música de fondo de Simon and Garfunkel. También podéis leer vosotros el texto que aparece debajo y poneros la música.


Quizá nuestro mayor tesoro, como diría Coetzee, era que vivíamos rodeados de kilómetros y kilómetros de silencio.  Quizá, nuestra mayor preocupación consistía en saber hasta dónde llegaríamos con la bicicleta aquella tarde de junio. Poseíamos la certeza primordial y mineral de la tierra, sabíamos que las montañas azules nos protegían de todo mal. El río se dejaba acompañar con pantalones cortos y las cantimploras de plástico cumplían su misión, verano tras verano, sin romperse ni cambiar de color. Ellos no tuvieron nunca granos en la cara, ellas sonreían como  las verdaderas reinas de los bosques. En aquel mundo aislado por ríos, cantimploras, montañas y sonrisas de reina, las horas perdieron su hache y el tiempo nos regaló la eternidad del silencio, silencio que sólo permitimos romper a aquel disco de Simon y Garfunkel. Con doce años, ellos fueron los únicos a quienes dimos autoridad para que nos hablaran.


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