viernes, 10 de julio de 2020
jueves, 9 de julio de 2020
Gasolina y lavanda
Toda la vida disfrutando del aire del
monte, el aire limpio que huele a agua y hierba. Toda la vida asociando
recuerdos a esa mata de romero y aquel pimpollo de pino y ahora… ahora me
conformo con respirar aire sin mascarilla.
Aquel camino de la infancia que
llevaba desde nuestro poblado hasta una pequeña casa de labranza, cruzando una
pequeña colina y un riachuelo que llegaba hasta el río grande. Cerca de aquella
pequeña casa había un pino muy grande, era el producto de poner cuatro pinos
juntos y con un hacha unirlos en los cortes, esta habilidad la tenía el abuelo
del dueño del pequeño caserío y yo escuchaba ensimismada esta historia mientras
obervaba con auténtico respeto a este gran pino.
El camino se alejaba del caserío,
bordeaba este árbol tan grande y compañaba al riachuelo hata el puente colgante
que cruzaba el río grande.
Ayer, cuando paseaba junto a unas fábricas
en los alredodres de mi ciudad me pude quitar la mascarilla porque no había
nadie, y respiré aire de gasolina y asfalto, pero me supo a gloria, no era el
aire de mi casa y no era el aire filtrado de la mascarilla. Por un momento,
solo por un momento, creí estar en el pequeño camino de ei infancia, aunque la
imaginación no me acompañó para trasformar el olor de la gasolina quemada en
aroma de lavanda. Pierdo facultades, ya no imagino de la misma manera.
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